5.6.08

El tacto y yo

Es bien sabido que a las embarazadas nos entran un montón de manías que, después, desaparecen. Yo de por sí soy un poco maniática, así que no me he librado.
Depende de la etapa del embarazo son unas cosas las que te molestan, irritan o desagradan y, puede que unos meses más tarde, esas mismas te produzcan una sensación totalmente diferente.

Desde el principio, los sentidos se te agudizan (aunque algunos más que otros). Tu olfato es mayor y desde el sofá eres capaz de oler si han abierto la nevera, si la vecina cocina hoy cocido o si tu marido ha encendido una cerilla en la habitación. Y no, no son superpoderes.
Yo no aguantaba el incienso en el primer trimestre y tenía que tener la cocina super ventilada 24 horas para que no oliera a comida.


Al entrar en el segundo trimestre, todo se apaciguó un poco y ya no solo eran los olores fuertes y desagradables los que más percibía sino que empecé a disfrutar (de nuevo) del incienso y los perfumes. Me encantaban y sentía que tenía que tener un olor agradable cerca para sentirme bien.

Ahora, empezando mi 6º mes y acabando mi segundo trimestre, he descubierto una nueva dimensión: la unión del tacto y el olfato. Y es que necesito sentir las manos suaves y que huelan bien todo el día. Claro está, me paso el día lavándomelas y haciendo espuma con el jabón. ¡¡Y no veáis lo que disfruto!! También llevo crema en el bolso, pero no es la misma sensación.
Pero lo mejor de todo, es que necesito tocar algo rugoso con la yema de los dedos varias veces al día y sentir ese cosquilleo que después me deja una agradable sensación suave en los dedos. ¡Dios mio, es casi necesidad! (aunque mi marido se ría de mí). Incluso escribiendo esto he tenido que parar para pasar la mano por un trozo de tela del sofá durante unos minutos... Y es que no podría describiros el placer que me da, es casi adictivo.
Supongo que tiene mucho que ver con otra de las cosas que voy experimentando: la regresión a mi niñez.
Cuando era pequeña y llegaba del colegio, al entrar en el portal, pasaba la mano por la pared (de gotelé) hasta llegar al ascensor y, cuando entraba, pasaba la yema de los dedos por la pared lisa, y ese cambio me dejaba una sensación especial en los dedos. A esto se le sumaba el olor característico del portal.

Ahora es eso lo que necesito sentir de nuevo. Cuando entramos al portal de casa y noto el olor característico de aquí, automáticamente me apetece tocar la pared y repetir lo que hacia de niña, ¡así que tengo que hacerlo!

En fin, ya veis las manías de embarazada por donde me han pillado a mi... por el recuerdo de una sensación suave y agradable en las yemas de los dedos.

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