11.2.11

Cuando todo se detiene

Estás en un tío vivo, dando vueltas, medio mareada, apenas enfocas, todo está borroso, pasa muy rápido y no dejas de girar. Necesitas parar. Parpadeas varias veces para intentar verlo todo de una forma más clara pero, a medida que el tiempo pasa, más te concentras en lo que hay fuera y menos consigues ver lo que hay dentro. Te mareas más. Aunque sabes que mirando dentro, en un punto fijo, te ayudará a que todo vaya tomando su lugar de nuevo, no lo consigues.

Pero, de pronto, frenas de golpe. Alguien te dice que tienes que parar, que debes parar.
Al principio todo se torna un poco grisáceo, incluso pesado. Pero conforme pasan las horas te das cuenta que has dejado de girar y, por fin, puedes darte cuenta de las cosas. Tu alrededor ya no importa tanto y tu interior no está en un segundo plano. Sientes como las cosas van volviendo poco a poco a su sitio y ahora tu ya no opones resistencia.
Todo ha dado un gran giro inesperado que te hace intentar estar y, entonces, empiezas a entender ciertas cosas que, de otro modo, hubieras pasado por alto.
Vuelves a escuchar tu voz interior, tu instinto pero esta vez sin miedo, sin asustarte demasiado.


"Pide ayuda" me dice un consejo sabio. Y lo hago pero tal vez no lo suficiente o no lo suficientemente alto o no tan claro como debería. Pero llega, llega aunque no hallas sabido pedirla. Y lloras, lloras mucho. Lágrimas de agradecimiento, de amor, de esperanza, ... lágrimas que te devuelven al capullo, a ese nido en el que a veces te gustaría seguir estando. Protegida, cuidada, amada y arropada.

Hace 2 años y medio emprendí un camino que me llevó a comprender que dejé de ser totalmente una hija para convertirme en una madre.
Hoy el camino me ha hecho ver que, a parte de madre, siempre seré una hija. GRACIAS.

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